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Trilogia de la Quebrantahuesos, "eterno Pourtalet y a meta: Sabiñanigo; con Paloma Castro"

En la bajada los brazos y el manillar son mi timón, los brazos se van cansando entre la tensión de dirigir la bicicleta y tanto tiritar. El paisaje aparecía a tu paso a cámara rápida. Tú sólo pensabas en avanzar, quedan muchos kilómetros por delante pero también has dejado unos cuantos atrás. Llegó Marie Blanque, había que afrontarlo con optimismo solo imaginar el desnivel impresionaba. . No dejas de pensar en lo duro que ha sido avanzar los metros que llevas y en que un poco más de dureza no lo aguantarías y por eso miras hacia arriba, no para ver si se atisba la cima sino para hacerte una idea de cómo son los metros que te esperan. Es agónico, de verdad. Si durante el resto del recorrido la gente habla, en los últimos kilómetros de Marie Blanque solo hay silencio y respeto. Periódicos y a bajar, soltar piernas, comer, beber y sobre todo asimilar el esfuerzo que has hecho en los primeros tramos de bajada. Demasiado tiempo, demasiada fuerza, demasiada concentración, demasiado empeño, demasiada voluntad para un tramo tan pequeño. En 4km se refleja la esencia del ciclismo: el sacrificio, la lucha, la constancia, el afán de superación... El dolor del esfuerzo desaparecía porque sabías que tocaba bajar y llanear un rato y llegaba el momento de mentalizarte sobre todo de que el próximo puerto, Portalet, se superaba con paciencia. Los ciclistas experimentados con los que ibas coincidiendo me decían que lo peor había pasado. El llano antes del Portalet era un espacio para recuperar tiempo ¡qué necesidad de llanear! Cuando subes te duelen las piernas y cuando bajas duelen los brazos. El Portalet era muy largo, kilómetros y kilómetros "picando para arriba" y a las alturas que estás de la marcha sabes que tienes que resistir y hacer el último esfuerzo, porque coronando el Portalet "está hecho el recorrido". El dolor, el cansancio y las sensaciones negativas personales no se expresan con palabras ¿para qué? si todos lo sabemos y sentimos lo mismo. En momentos tan exigentes lo que fluye es la comunicación no verbal, las caras serias y con dolor, las respiraciones agitadas y jadeantes, la pedaladas torpes y lentas, las "eses" en los tramos rectos, las cabezas gachas mirando los metros venideros y concentrándose en el presente inmediato. Admiras el paisaje porque está muy a mano pero a veces solo ves el asfalto. A 4 kilómetros de coronar el Portalet me empezó a brotar la emoción que tendría que haber sentido alcanzando el alto de el Portalet pero se me adelantó la emoción, debió de ser fruto de la ansiedad que te entra de ver el final y empecé a pensar que tal derroche de energía merecía ser dedicado a las personas mas especiales de mi vida. Por fin, divisando el horizonte desde el alto de el Portalet, parecía una conquista, a un lado Francia y a otro España. Todos los "conquistadores" nos felicitábamos de forma mas entrañable si cabe, nos sentíamos unidos por algo, evidentemente por haber realizado el mismo esfuerzo. Das gracias a la vida por la propia vida: por estar vivo y sentirte vivo...¡buff, qué plenitud! Era obligado parar para ser consciente de la alegría parado. A continuación de esta emoción a volar a Sabiñánigo como bien decían en los consejos. ¡Que duro el camino hasta la meta con el viento de cara! En este trayecto hicimos grupetas, había mucha ansiedad por llegar y tenías que empeñarte en recuperar la calma porque la ansiedad te cansa. Concentración de nuevo: un poquito mas de paciencia y de piernas y llegamos. La euforia que te entra por ver los arcos de meta y la emoción de que has llegado de verdad hicieron que me entraran ganas de esprintar y en frío piensas pero ¿para qué? SI YA HEMOS LLEGAAAAAAAADO. Lágrimas, emoción, aplausos, abrazos, sudor, mucho sudor y...