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María Simma: La Enfermedad - Las Almas del Purgatorio 7 месяцев назад


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María Simma: La Enfermedad - Las Almas del Purgatorio

María Simma: La Enfermedad - Las Almas del Purgatorio María Simma: Las Almas del Purgatorio [Saquenos de Aquí]: LA ENFERMEDAD —Buenos días, entre Nicky. ¿Qué tal la habitación en casa de la señora Schwarzmann? Somos amigas de prácticamente toda la vida y con frecuencia me ayuda a escribir las direcciones en los sobres. ¿Dijo qué tal se encontraba? —La habitación es estupenda, María, mucho más cómoda que la de un hotel. Gracias, ha sido una buena idea alojarme allí. Dijo que se encontraba bien pero que tenía que tener cuidado pues su corazón no es tan fuerte como antes. Me pareció que estaba feliz. Continuemos. Hablando de debilidades físicas o de discapacidades, ¿le ha visitado algún alma de las que sabía, y ellas también, que hubieran tenido alguna discapacidad durante su vida? —Sí, muchas. Cuando se me aparecieron estaban totalmente curadas. Desaparecen las sillas de ruedas, desaparecen las deformaciones y las cicatrices. Una vez, sin embargo, un alma se me apareció con un gran bocio. Pero esto solo ocurrió para que su familia me creyera cuando les contara que su pariente se me había aparecido con determinadas instrucciones para ellos. Me preguntaron qué aspecto tenía y cuando les mencioné lo del bocio me creyeron y me escucharon. Ahora recuerdo un alma que había sido muda durante su vida y que, por supuesto, habló perfectamente cuando se me apareció. Mostró mucha alegría de poder hablar, pero no pudo averiguar porque no podía hacerlo cuando vivía. Si durante su vida terrenal usaban sillas de ruedas, ahora ya no y caminan perfectamente. Toda imperfección, ya sea pequeña o importante, desaparece. Pero recuerde que yo solo veo a aquellas almas que se encuentran en el nivel más alto del purgatorio. Lo digo porque otros han visto sufrimientos y heridas en las almas, aunque no eran las mismas que padecían en vida. Son sufrimientos del alma y no del cuerpo, debido a que ya no poseen un cuerpo físico. Creo que lo más cercano que he visto fue cuando se me apareció un sacerdote y tras decirme lo que necesitaba, me dio la oportunidad de preguntarle por qué tenía la mano derecha tan negra, sucia y dolorida. Su respuesta fue: "Dígale a los sacerdotes que no dejen de bendecir a los fieles, a los hogares y a los objetos religiosos. Me negué en varias ocasiones a hacerlo y, por lo tanto, ahora debo sufrir en mi mano derecha". —¿Es el SIDA un castigo de Dios? —Sí, lo es, pero prefiero llamarlo reparación, y es por la inmoralidad de los hombres. Si esto escandaliza a alguien, diciendo que Dios entonces no es un Dios de amor, hay que afirmar que el castigo y la reparación son también por amor. Y en cuanto a los inocentes que ahora también sufren el SIDA, se debe a una reparación mayor y necesaria. La misericordia de Dios es infinita, pero su justicia también es total. Les digo que si supiéramos de su justicia ahora como lo sabremos en el Cielo, muchos de nosotros moriríamos bajo el peso de nuestros pecados. —¿Cree que encontrarán una cura para el SIDA? —Ya tenernos la cura, pero como no da dinero y no es muy popular, se continuará haciendo oídos sordos a la misma. La cura es Jesús y los diez mandamientos. No se nos dieron para controlarnos, sino solo para protegernos, fortalecernos y liberarnos. —Eso es una cura preventiva. ¿Qué posibilidad hay de una curación de la enfermedad una vez ya contraída? —Eso también ha sucedido en lugares con mucha oración. —¿Dónde? —He oído de un lugar en Italia, pero ahora no recuerdo el nombre, y también en Medjugorje. Lo importante, sin embargo, no es el lugar exacto, sino la calidad de la oración. —Cuando los peregrinos acuden a esos lugares llevando grandes cargas, que ya han sido examinadas por médicos, psiquiatras y sacerdotes y parecen empeorar en lugar de mejorar, ¿puede ser que esto sea causado por algún alma del purgatorio de su pasado? —Sí, puede ser; pero si así fuera, se trataría de las almas que se encuentran en los niveles inferiores del purgatorio. En estos casos, un buen exorcista podría detener las presiones de los difuntos hacia los vivos. —María, ¿puede contarme algún caso en que la falta de perdón trajo una enfermedad? —¡Oh, esa es la causa más común de las enfermedades! Sí, recuerdo un caso en Innsbruck donde una joven no podía perdonar a su padre. La situación era la siguiente. Mientras el padre estaba vivo nunca dio una alegría a sus hijos, y en el caso de esta joven, en una ocasión en la que surgió una buena oportunidad laboral el padre se negó a dejar que su hija la aceptara. Se trataba de un trabajo que incluía una buena formación, y al prohibirlo provocó que la muchacha no recibiera una buena educación en toda su vida. Y fue justamente esto lo que la joven nunca pudo perdonar a su padre. Poco tiempo después de la muerte del padre se le apareció -no solo una vez sino tres ¡Sáquennos de aquí! Entrevista a María Simma Nicky Eltz Editorial “Gratis lo recibiste gratis ofrécelo”. Dedicado con amor a todos aquellos que aún han de experimentar el amor de Dios.

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